
«…El arte puede ser un problema conceptual para el creador, pero no debe serlo para el espectador, a poco que éste se le entregue. Cuando Pedro Pablo Alonso nos pide una entrega abierta y confiada para llegar a alcanzar el disfrute de la belleza, es porque él se ha adelantado a despejarnos el camino.» Reflexión de Melchor Fernández Díaz en su texto para el catálogo de la primera exposición individual, en la Galería Nicanor Piñole, de Gijón, en 1983.

La pintura es para mí una exploración sobre la capacidad del color y la imagen de evocar, provocar y transmitir sentimientos, y para ser memoria, huella humana.
Concibo el lenguaje pictórico como una forma abstracta de narrar, radicalmente subjetiva, íntima, que busca la conexión con el «lector del arte» a través de la intuición y la empatía.
Durante décadas he compartido dos lenguajes muy diferentes, el plástico y el escrito, a los que vincula la necesidad de conocer y entender, de explorar para descubrir, y una voluntad de comunicar, de dar testimonio sobre avatares y misterios de la vida, de la naturaleza, sobre los hechos, también los históricos, que construyen lo que somos.
Dos lenguajes como guía para recorrer el laberinto de la existencia, para ayudarnos a vivir.

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